miércoles, 16 de septiembre de 2009

Las enseñanzas de Don Juan

Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es indeterminado; su intención no es dirigida. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de las dificultades de aprendizaje.Empieza a aprender así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más… Lo que se aprende no es nunca lo que imaginaría. Y así se comienza a tener miedo. El aprendizaje no es nunca lo que uno se espera. Su propósito está… en el otro lado de un campo de batalla. Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos: ¡el miedo!… Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda…Si uno aun está lleno de miedo, pero no se detiene, llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de si… Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo.Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida de mente lo refleja todo. El hombre siente que nada está oculto. Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad!Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega. Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender… Él puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso… pero ya no aprenderá ni ansiará nada.(Si él vence este enemigo), sabrá entonces que el poder, tanto tiempo perseguido, es suyo por fin. Su deseo es la regla. Él ve claro todo alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder! Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso.Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo una carga sobre su destino.Tiene que vencerlo seguramente. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.¡(El cuarto enemigo es) la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no puede vencer por completo, pero solamente puede hacer retirarse. Este es el tiempo en que un hombre siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido la última batalla, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento. Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por eso momentito en que logra ahuyentar a su enemigo invencible. Eso momento de claridad, poder y conocimiento es suficiente.

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